Fiestas 2023. La salida que no se hizo

 


Foto cortesía de Manolo

Hace unos días leí en el WhatsApp del Vespeando que habría una salida el sábado día 9 para celebrar nuestras fiestas del Motín. Me pareció un acierto. Pero, como siempre, algo no cuadraba con estos energúmenos del Vespeando, porque era un día en el que yo podía asistir sin problemas (vengo denunciando desde hace tiempo que las salidas que se hacen en el club se programan para cuando yo trabajo y que esto se hace adrede). Entonces, decidí ser listo y no caer en el fallo que tuve la última vez, que me apunté y por "arte de magia", mi Vespa, que durmió esa noche en la calle, no arrancó. ¡Qué puñetera casualidad!
Así que esta vez no me inscribí y, sin decir nada a nadie, me presenté en El Rana a la hora citada, como por sorpresa. Y fue entonces cuando comenzaron a ocurrir asuntos muy turbios.
Primero: después de que acudieran 16 motos, incluso alguna con sidecar, me dice el presidente, sin dar explicaciones, que la salida se ha suspendido, que lo siente mucho, pero que solamente se entregarán los guantes, dotación del club de este año, y que cada uno se irá a su casa.
Segundo: me dije: pues ya que estoy aquí, que me den mis guantes. Pero Manolo, muy serio, me dijo que como no me había apuntado a la salida (eso era cierto) no me habían traído los míos. 
Tercero: nos hicimos la foto que enmarca esta crónica y, ya que yo tenía el depósito lleno y hacía un día estupendo, decidí que haría una ruta en solitario, me iría a Colmenar a tomar algo y a quemar el 17% de aceite que me dijo Paco que era obligatorio para las motos del club.
Cuarto: cuando llego a Colmenar me encuentro a los quince tíos que decían que no iban a salir, bebiendo tercios en un bar. Me los quedo mirando y todos levantan la cabeza al techo silbando. Solamente, Ángel Luis, uno de los que parece que tienen más dignidad, me dice: "Comandante, esto no es lo que parece". ¡Cojones, estabas desnuda, en mi cama, con un tío encima culeando...! Alguien, que no identifiqué me dice que, bueno, que al final se decidió a última hora, que me habían estado llamando al número que tengo en la ficha del club ¿Un número fijo de ¡¡La Coruña!!? 
Decidimos olvidarlo todo, les perdono y me dicen que nos vamos a Belmonte, que, sería un honor que me fuera con ellos. Lo acepto.
Quinto: nuevas normas en el puñetero club. Ahora hay que salir en grupos de cinco. No pasa nada. Van saliendo los escuadrones y alguien me dice que estoy en el cuarto grupo, pero... ¡Somos dieciséis!, es decir, que tengo que salir ¿solo? Sí, claro, me dicen los cabrones, pero que he tenido suerte, porque así seré el jefe de mi cuadrilla, el líder absoluto, y tomaré mis propias decisiones sobre la velocidad, el trazado de curvas... Así que, después de esperar veinte minutos para salir entre el tercer grupo y el mío (no sé por qué hay que esperar tanto), me pongo en marcha con mi grupo, es decir yo solo.
Sexto: algo mosqueado, decido no ir a Belmonte con ellos, y marchar con mi equipo a Chinchón, a un bar motero del que me han hablado unos amigos (amigos de verdad) y ¡Joder!, que están allí los de Vespeando, y además veo cómo están regalando unos guantes (negros talla L, como los que yo pedí) a un tío que dice que quizá se haga del club en el año 2027... 
Nada, que no se qué excusa me ponen por no haber ido a Belmonte, les pago treinta euros para tomar una cerveza con ellos (teníamos que pagar los jefes de grupo) y volvemos a Aranjuez cada uno a su casa. Esta vez no me mintieron, al menos en lo de volver a Aranjuez, porque sé que se fueron sin mí a comer cochinillo, algo que pensaron entre ellos sobre la marcha. Y encima, me regañaron porque dijeron que mis soldados no comieron por mi culpa, que como responsable, era mi obligación trasladar las decisiones del club.
¡Todo raro de cojones! 
Creo que me están haciendo el vacío. Lo sospeché cuando vi la foto oficial.
Me adelantaron que cuando me den mis guantes, el lugar idóneo de llevarlos en la moto es bajo el sillín, tapando un agujero redondo, el mismo donde dejamos el tapón de la gasolina cuando estamos repostando. Ahí tienen que ir siempre.
Por la tarde, cuando yo regresaba a mi casa, vi a Antonio parado en la plaza de La Mariblanca, estaba dando patadas al arranque de su vespa, me dijo que se le había calado. Me bajé a ayudarle porque lo veía agotado (harto de cochinillo estaba el sinvergüenza), di una sola patada y arrancó a la primera. Se subió a la moto, me señaló con el dedo y se marchó descojonado de risa. 

Gracias a todos por estos kilómetros en un día tan agradable. Que no tarde en repetirse. Os quiero. 

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